El vino gallego siempre se ha caracterizado por intercalar luces y sombras en su trayectoria. La historia reciente del viñedo gallego no está exenta de esta dualidad cualitativa.
Antes del ataque prefiloxérico, el viñedo galaico gozaba de muy buena salud y de una calidad excelente amparada en las variedades autóctonas tradicionales. Tras esta etapa de calidad, surgió una más gris basada en la producción de variedades enfocadas al mercado de cantidad en vez del de calidad, lo que arrinconó y casi extinguió por completo las clásicas variedades.
Fue la época en la que se promovió la plantación de variedades más productivas, prolíficas en cantidad pero exentas de calidad, como la palomino, es curioso como en el sur se utiliza para la elaboración de los vinos mas afamados de España y en cambio, al Noroeste del mismo país era utilizada por su capacidad para engordar arrojando mucha cantidad de insípido vino.
A finales de la década de los ochenta volvió a resurgir con fuerza el vino elaborado en las Rias Baixas a partir de la variedad albariño, con una excepcional capacidad de adaptación al suelo pontevedrés. El éxito del albariño no pasó desapercibido en las vecinas localizaciones vinícolas gallegas y, amparado por un redescubrimiento de los valores autóctonos, se volvió al mercado de calidad basado en el resurgimiento y potenciación de las variedades tradicionales (treixadura, torrontés, loureiro, godello, lado y la comentada albariño, amén de las tintas caíño y Brecellao), lo que devolvía la personalidad al viñedo gallego.
Durante la década de los noventa la albariño lideró el mercado de vino blanco español, con un producto honesto y franco, mientras en el resto de zonas gallegas comenzaba un lento pero continuo movimiento por la calidad. Comenzaban a despuntar los ribeiros de Javier Alén y de Emilio Rojo, y los godellos de Guitián, mucho antes de que Telmo Rodríguez y Rafael Palacios repararan en el potencial vinícola de Valdeorras.
El vino gallego goza de una posición privilegiada, el albariño vuelve a encaminarse por la senda de la calidad por donde ya no camina sólo, godellos, ribeiros y blancos de Ribera Sacra acompañan a los albariños por la cima cualitativa del viñedo incoloro español. Los tintos gozan también de inmejorable salud apoyados principalmente en la variedad mencía y su excelente aclimatación a las D.O. Valdeorras y Ribeira Sacra.
El vino gallego actual se encuentra ante su momento más importante. Nunca antes había sido tan bueno como ahora. Sentadas las bases de la calidad, queda lo más difícil que es afianzarse en el mercado con la humildad necesaria para continuar evolucionando y mejorando. La historia vinícola española reciente está salpicada de negativos ejemplos de como morir de éxito, por desgracia, el carácter español está irremisiblemente condicionado a repetir los errores cíclicamente y trastabillear constantemente con la misma piedra. Esperemos que esto no ocurra con el vino gallego. Galicia está ahí, ¿la sientes?.
Foto l Toprural
En Directo al Paladar l Nora da Neve
En Directo al Paladar l Tricó
Fuente: http://www.directoalpaladars.com/
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